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Mostrando entradas de febrero, 2010

Tres palabras, un cuento.

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Tres días sentado frente a la ventana y no se me ocurrió nada. Todas las ideas que había considerado estaban condenadas a ser fracasos rotundos, rotundos y degradantes. Pese a esto, seguía sentando frente a la ventana, todos los días a las tres, sin una maldita ausencia. Lo había convertido en una rutina, a falta de siesta, con un insoportable insomnio post almuerzo, buscaba inspiración en el movimiento de las hojas. Era como intentar atrapar una piedrecilla resbalosa en la mitad de un pantano turbio. Pero, como un niño, egocéntrico, trataba, trataba y trataba. Obviamente, fallaba, fallaba y fallaba. Hasta el momento había logrado hilar tres palabras: “Había una vez…”. Lo patético era que ni siquiera fueron una por día, sino que fue la única inspiración que tuve… antes de sentarme a pensar. Después de aquel brillante chispazo, sólo había divagado, de un lado a otro, como las hojas de los árboles que observaba. Quizás su movimiento azaroso y tambaleante no hacía otra cosa que hipnotizar