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Mostrando entradas de 2009

Mamá

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Cuando me quedo dormido mi mamá me cuenta un cuento. Cocina para que no me falte alimento y el delicioso aroma que sale de sus recetas secretas me hace volar. También me acaricia si tengo pesadillas y me dice que todo irá bien. El problema es que cuando despierto recuerdo que mi mamá ya no está. Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons .

Tengo miedo

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Una gota de rocío rompe el cristal, Las aves vuelan y no dejas de pensar Como un deseo de silencio Me miras sin dejarme hablar. Y, con un suspiro al viento, Entrego mi alma al calor de tus besos, ¡Bendita miel de dioses! En un sueño me acaricias con tus labios. Pero tengo miedo, Miedo de vivir sin ti, Tengo miedo, Miedo de morir sin ti. Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons .

KoroKoro

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Él es un indio de un color cobrizo. El último de una extensa familia que ha sido reducida por las costumbres y la ropa. Han ido perdiendo poco a poco su color a manos de la moda y su sudor a manos de la industria. Korokoro en cambio se mantiene fiel, firme como un estandarte de guerra. A las nueve y media de la mañana llegan los vendedores. Una lavadora, un lavavajillas, una cortadora de pasto, un celular, una cocina, una estufa, un refrigerador, un auto, una moto, un computador, un televisor, un DVD, un play station 3. A las nueve y media de la noche llega la basura. Por suerte no ha comprado, ahora está obsoleto y habrá de renovarlo mañana. Korokoro desea comer algo natural. Una dieta vegetariana, le sugiere un hombre que sube a la locomoción colectiva con diversas revistas naturistas. Sin embargo llega detrás otro hombre que lo empuja y ofrece una dieta de carne. No dura, llega otro con la dieta de las masas, del maní, la sandía, el pan, el Mc Donald, la cigüeña, el musgo, el pe

Sin Color

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Quizás todo sería perfecto sin ti. No tengo miedo a decirlo. No tengo miedo a taparte de versos de odio o poemas de amor. Sólo sé que hoy es un día difícil, ayer... no recuerdo y quizás mañana empeorará. Pero es hoy cuando decido: nunca más quiero pensar. Me duele la cabeza. Ayer me acosté tarde pensando, reflexionando sobre la nota que me dejaste en la puerta. Aún no he decidido si debo llamarte, quizás no sea el momento preciso... pero mañana puede empeorar. No. Es imposible. Cuando me dijiste buenas noches dejé de vivir. No hay peor deseo que el de desaparecer. No hay peor vicio que desear un buen viaje. Mejor no desees, no me hables, no me mires, no me escribas, no me leas, no me beses, no me dejes, no me abraces, no, no, no, no... ¡DETENTE! Estaba pensando, como decía, que quizás todo puede ser más fácil. No te llamaré, no quiero hablar con la secretaria. Pero todavía te puedo ir a ver. El facultativo me recetó dos gotas de “Patientia” y un chorrito de “Amore a la vena”. Pero

Un momento, una lágrima

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Una lágrima cae sutilmente por su mejilla. Se dibuja una sonrisa mientras llora y relucen los dientes que hace ya meses no veían la luz. Quizás un gesto irónico, una mueca forzada. No lo saben sus pupilas que no la alcanzan a ver. Golpea una piedra desconsolado. Recorre el amanecer en busca de una esperanza. Sangra, sólo sangra con sus nudillos adoloridos. Pero el silencio se mantiene, las ramas lo rasguñan y el tan sólo puede oír el graznido de su respiración. Quizás una esperanza banal, una pena inventada en un mundo irreal. En vano grita al cielo sus quejas y disgustos. El sol se va por la puerta trasera, no quiere prestarle atención. Recordemos un pasado gris, un presente rojizo y un futuro negro. Hoy el astro no vino a trabajar, falta eficiencia incluso en él. Quizás problemas terrenales, utopías intrascendentes. La razón no tiene cabida en el desconsuelo. Y, a pesar de todo, la lluvia cae al suelo y cesa el lapso inclemente. Se para. Camina derecho y se detiene a pensar: uno, do

Música en las emociones y el actuar humano

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“Dejadme hacer las canciones de una nación y no me preocuparé de quien haga sus leyes” (Platón) Frente a las palabras de Platón debemos preguntarnos hasta qué punto influye la música en el actuar humano. Y no sólo en su actuar sino que también en sus sentimientos, en sus pensamientos y en su vida en general. Si bien el filósofo confiaba en que la música podía incluso esquematizar la conducta humana (según la cita ni siquiera se preocuparía de las leyes si lo dejaran componer su música) en mi opinión no puede llegar a tal nivel. Pero sí puede llegar a afectar los sentimientos: conmover, producir rabia o melancolía alterando el estado anímico de un individuo y es precisamente dicha tesis la que me propongo desarrollar: La música es capaz de modificar el estado anímico de una persona causándole distintos sentimientos según qué música sea. “La música es el arte más directo, entra por el oído y va al corazón.” (Magdalena Martínez) El ser humano es incapaz de controlar sus sentimientos, la

Desvarío I

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Quizás, cuando llueva no temeré. Seré una hoja al viento, una brizna de pasto en medio de una tormenta. Pero hoy es tarde, la noche ya se cansa y yo aún sigo sudando, sigo mordiéndome las uñas sin poder deshacerme de la incómoda sensación que atenaza mis sentidos. A veces, cuando tomo un café caliente siento que no es mi culpa. En el fondo yo lo sé, mi nostalgia no es más que una fantasía erótica de la cual disfruta mi hombro izquierdo. Pero... ¿es o no la vida un dulce amargo? Quizás una guinda con sal. Ayer le di mis condolencias a una triste flor. Es duro tener que perder los brazos para que una mujer sepa si es amada. Ilusa ilusión, todavía no encuentra donde sentarse a descansar. Tiene una difícil tarea con nosotros. Mañana me di cuenta. En dos días más supe que tenía que irme. Mientras ayer beberé mi olvido, años más adelantes sentí que me ahogaba, aún no me doy cuenta que no respiro, aún no percibo el olor a salitre empapando mis ropas, el humo negro que no perdona. No importa..

Vicente

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-Vicentito, Vicentito, ¿No te lo dije? Tres años bastaron para que se hiciera realidad toda una red de imposibles, para que el fin del calendario maya llegara en forma adelantada haciéndonos creer que la única manera de escapar era la incoherencia. Él era un niño muy normal. Un ejemplo de niño, un súper niño. Bueno, casi niño pues con cuarenta y ocho años de edad seguía viviendo en casa de su madre sin poder cortar sus amarras y volar libre. Era gay desde los trece y pese que lo vieron seis psiquiatras, dos neurólogos y cinco psicólogos, nada lo había hecho cambiar: tenía desde pequeño en su interior una mujercilla. Siempre le había gustado vestirse con ropa suelta. Yo lo conocí un día en el supermercado cuando me sentí fuertemente observado en el momento que me agaché a recoger un paquete de papas fritas que se me había caído (desde dicha ocasión no me agacho sin doblar las piernas). Cuando volteé lo vi ahí, firme y descarado, sin pelos en los ojos, observando mi trasero. “Bonito t