La idea
Recibí una carta con una idea. Situación peculiar, pensé, pero hice caso omiso a los chillidos provenientes de mis entrañas y dejé de comer. Así comencé a leer concentradísimo, no percibí el aliento de la sopa ni el canto de una mosca que volaba en dirección a mi húmedo pan, sólo introduje e introduje letras en mi corteza cerebral. Letras, frases, ideas, hasta que por fin llega lo abstracto: dejo de pensar en caracteres o imágenes, sólo era la idea viajando por mis conexiones neuronales. De súbito me levanto de la mesa derramando un poco de sopa que cae sobre el pan del cual huye la mosca. Fue demasiada la sorpresa para los muebles y la silla resultó desmayada tras de mí. No me importó, simplemente caminé con decisión hacia la puerta de calle. Pero cuando estaba a tan sólo unos pasos de ella me detuve de improviso. Comencé a contar los segundos: uno, dos, tres, cuatro, cinco… coincidían en ese momento con mis respiraciones, no, no, no, con mi pulso: estaba acelerado. La idea me tenía ...