La idea

Recibí una carta con una idea. Situación peculiar, pensé, pero hice caso omiso a los chillidos provenientes de mis entrañas y dejé de comer. Así comencé a leer concentradísimo, no percibí el aliento de la sopa ni el canto de una mosca que volaba en dirección a mi húmedo pan, sólo introduje e introduje letras en mi corteza cerebral. Letras, frases, ideas, hasta que por fin llega lo abstracto: dejo de pensar en caracteres o imágenes, sólo era la idea viajando por mis conexiones neuronales.

De súbito me levanto de la mesa derramando un poco de sopa que cae sobre el pan del cual huye la mosca. Fue demasiada la sorpresa para los muebles y la silla resultó desmayada tras de mí. No me importó, simplemente caminé con decisión hacia la puerta de calle. Pero cuando estaba a tan sólo unos pasos de ella me detuve de improviso. Comencé a contar los segundos: uno, dos, tres, cuatro, cinco… coincidían en ese momento con mis respiraciones, no, no, no, con mi pulso: estaba acelerado. La idea me tenía ansioso y eso no podía ser, para poder realizarse tenía que dejar de lado cualquier sentimiento que pudiera estorbar: ansiedad, hambre, miedo, amor, ira, etc. El hambre ya había quedado sepultada, la sopa sobre la mosca que huía después de hurtar unas migajas de pan, también habían marcado el inicio de mi ignorancia hacia el dolor que perforaba mi estómago vacío. Sin embargo, la ansiedad me tenía acelerado, una silla en el suelo, sopa derramada, mi respiración acelerada, mi presencia al lado de la puerta en cosa de segundos, debía detenerme. STOP.

Respiración yoga. Atrás quedan la silla, la mosca, el pan, la sopa, la lectura, el chillido de mis entrañas y la peculiaridad. Abro los ojos en paz y camino lentamente hacia la puerta. Tomo el pomo de ella y lo giro con tranquilidad hasta que topa, empujo y entra la luz del sol. Cegadora candidez entra a mi casa lúgubre, mis ojos tenían sus pupilas dilatadas, mi soledad queda delatada, éstas se cierran de golpe. La puerta permanece abierta, yo no.

Encerrado en mi interior. La idea me invade. Cada átomo de mi cuerpo vibra en consonancia para llevarla a cabo. La luz poco a poco me permite abrir los ojos. No me importa la silla, tampoco la mosca, menos el pan o la sopa. El hambre ni siquiera la siento y la idea es mi centro. No sólo mi centro, también mi izquierda y mi derecha, mi arriba y mi abajo. El pestañeo es del pasado, también mis pensamientos, pero la idea permanece, es presente constante.

Pero hay un arma mortal. Cuando ya he abierto los ojos, después de cerrarlos por la luz, después de caminar a la puerta, después de la silla, después de la mosca en el pan y la sopa humeante que ahora está fría. Incluso después de la carta desconcertante con una idea. Esa Idea. Algo atenaza mis conexiones neuronales y quedo completamente en blanco. Todo está en consonancia con la idea, pero, el problema es que… ya no la recuerdo.

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