Error Involuntario
Toc
toc toc toc toc toc… El único sonido que llenaba la Primera Comisaría de
Santiago era el rítmico golpeteo de mi pie en el piso. Los carabineros
circulaban en silencio, la gente esperaba en forma paciente y, de las
conversaciones de los escritorios, solo se oían susurros de constancias y
denuncias.
Youth gone wild de Skid Row
sonaba a todo volumen en mis audífonos azules cuando entré al parque San Borja.
Había salido recién de un tedioso día de trabajo y quería tenderme en el pasto
y relajarme un rato antes de volver a mi departamento. Caminé observando
bailarinas japonesas, intentos de Harry Potter y grupos de desplazados
temporales que emulaban torneos medievales, hasta llegar a un sector donde lo
único que podía ver era una pareja de mujeres besándose bajo un árbol.
Ideal,
mientras mis audífonos pudieran bloquear el ruido suficiente, nadie me
molestaría mientras dormitaba.
Media
hora después, desperté sobresaltado por un grito. Abrí los ojos y vi un hombre
que le gritaba airado a una mujer a escasos metros de dónde yo dormía.
Mientras
sonaba Welcome to the jungle de los Guns observé cómo las lágrimas comenzaban
a correr por la delicada y pálida piel de la joven mientras el hombre le
gritaba airado, moviendo peligrosamente los brazos. Me paré lentamente, sin
dejar de vigilar cómo se desarrollaba la discusión y llevé mi mano al bolsillo
para pausar la música y escuchar. No es que sea sapo, simplemente me preocupaba
que la pelea pasara a mayores, quizás podía intervenir a tiempo para evitarlo.
-
¡PUTA, PUTA, PUTA! – gritaba el hombre - ¡Eso es lo que eres, una puta!
-
Por favor no sigas… intentaba interrumpir la chica entre sollozos.
-
¡¿No sigo!? Me tení que estar weviando. Claro, súper fácil decir eso con los
pantalones arriba y cara de santa. Erí una maraca, eso es lo que erí.
Empecé
a caminar discretamente hacia la pareja, preveía lo peor y quería evitarlo.
-
José Luis, basta, por favor. Me equivoqué, lo sé, pero piensa en nuestro hijo…
Ante
la mención del niño, la cara del hombre se desfiguró y en un rápido movimiento
abofeteó a la joven que apenas alcanzó a poner la mano para proteger su cara.
Corrí
rápidamente y me abalancé sobre el hombre. No pensé por un instante lo que
tenía que hacer, era obvio, lo golpeé de lleno en la cara, tomándolo por
sorpresa y me arrojé sobre él para tirarlo al suelo e inmovilizarlo. Una vez
ahí, lo golpeé tres veces hasta dejarlo sangrando e inconsciente.
No
me percaté del rostro de sorpresa de la mujer y de sus ruegos porque me
detuviera.
-
Llama a la policía – le dije, sin volverme, mientras sostenía al aturdido individuo.
La chica se alejó corriendo con el celular en la mano.
Al
cabo de unos minutos, vi que se acercaban corriendo dos carabineros embutidos
en sus característicos uniformes verdes. Atrás de ellos venía la mujer que no
podía dejar de llorar y nos apuntaba mientras hablaba con los oficiales.
Sonreí
mirando al hombre inconsciente. Había interrumpido un acto de violencia contra
una indefensa joven, sin duda me felicitarían. Quizás llegaban los medios de
comunicación y salía en la tele. Al Chilevisión le gustan estos casos, el morbo
de los crímenes. Me imaginé siendo entrevistado: “Bueno, yo vi como él la
atacaba y no pude quedarme ajeno. Los ciudadanos debemos defendernos los unos a
los otros. Además, con la ola de femicidios, uno nunca sabe cómo puede terminar
algo así”.
Mi
sueño se interrumpió drásticamente cuando los oficiales me levantaron sin
esfuerzo y me tiraron al suelo poniéndome los brazos atrás de mi espalda.
-
No se le ocurra moverse.
No
entendía nada. Me pusieron las esposas y miré desconsolado cómo la mujer se
acercaba al hombre que comenzaba a recuperar el sentido.
-
Pablo, ¿estás bien? – preguntó sollozando.
Quizás
estaba enferma. Típico de mujer traumada, no sabía reconocer a su victimario y
a quien había sido su héroe. Lo aclararía en unos minutos.
-
¿Qué pasó? – inquirió el hombre, apenas consciente de la escena que lo rodeaba.
-
Este estúpido se abalanzó sobre ti mientras practicábamos – contestó la joven,
señalándome.
¿Practicábamos?
¿Practicábamos?
Entonces
caí en cuenta de mi error. La mano que se protegía a tiempo, el llanto medio
forzado, lo repentino de la escena. Eran dos putos actores.
Llegaron
los oficiales, detuvieron el golpeteo de mis pies y me observaron unos
instantes antes de hablar.
-
Queda usted libre, señor Sánchez, los chicos no han presentado cargos. Para la
próxima escuche bien antes de actuar y no ande para todos lados con esos
audífonos. Hay gente que por menos se va presa. Evite errores involuntarios.
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